martes, diciembre 18, 2007

Venimos del loro.

Es lo que pienso. No para joder las teorias evolucionistas del famoso inglés, sino porqué es lo que simplemente creo. El eslabón más dudoso seria a mi juicio el que hace referencia a las afiladas uñas en que terminan sus gruesas patitas,aunque viendo según que tipos de manos también acabaria entendiendo dicha conexión genética. La especia humana no viene del mono pero tampoco de la patata. Siguiendo con el tema por lo que respecta al pico y a las plumas sin lugar a duda descendemos de estos selváticos bichos de mil y un colores.
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Los loros viven en junglas, nosotros también; unas son de vegetación, las otras, de asfalto. Nuestra vida se desarrolla en una gran jaulita que es la ciudad en lugar de esos grandes hábitats ecuatoriales, y al igual que nosotros, se desplazan de un punto a otro tal como hacemos nosotros cuando visitamos a un familiar...o vecino, o quedamos habitualmente para vernos. Los loros gustan de vivir en sociedad, nosotros, en principio, también. En cuanto a su posición social no crean, ni ellos ni nosotros estamos muy bien organizados.
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Algunos llevan gomina, otros rímel, muchas veces nos andamos por las ramas y nosotros, yo el primero, creo que también. En estos dos puntos coincidiremos que papagayos y monos tienen mucho en común. Pasemos a hablar del tema plumas: los loros se despluman cuando les llega su época de muda. A nosotros también nos despluman cuando llega una determinada efemérides. Se puede decir que nos quedamos en plumón puro hasta que viene la bonanza económica...y pluma o pelo nos vuelve a crecer. Eso, no crean, a los solteros también puede pasarnos.
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Lo mejor, el tema del pico. Nosotros en lugar de pico tenemos boca y algunos escribimos o charramos como loros, eso si, cuando nos apetece que para eso somos animales superiores o racionales (cosa que redundando en los gobernantes sinceramente dudo); aparentemente, aunque sea para guardar las formas. Ellos tienen una hermosa colita detrás, la especie humana, delante, eso si, más cortita y situada entre dos enormes patas no curvadas sino más bien rectas, en algunos casos arqueadas, a veces también acabadas en garras para apresar por los pies cualquier víctima que se les presente, siempre que antes no se hayan cortado las uñas.
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El tema de los huevos es divertido. Estas bonitas aves ponen sus huevos en unos preciosos nidos para tener su descendencia. Los humanos del género masculino no los ponen, simplemente los prestan, me cambien el nido por un camastro. Cuando se aparejan tienen sus discusiones, viven en sus respectivas ramitas y duermen de pie a diferencia de nosotros que lo hacemos generalmente estirados. Se alimentan de granos, nosotros los ponemos en forma de alpiste en una pequeña jaulita para ver el fútbol.
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Tras largas divagaciones he encontrado el auténtico eslabón perdido en la cadena. Cualquier tertulia televisiva nos ofrece un buen ejemplo. Los loros (algunos barbudos) que abundan por los platós televisivos se chillan entre sí, solapándose sus estruendosos timbres uno encima del otro, y resulta imposible que callen. Sino pregunten por un par de hermanos de gran fama mediática.
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Lo dicho, venimos del loro.