El deporte rey por excelencia no está libre de este factor que controla nuestras vidas como seres humanos que somos y en especial cuando se trata de eventos deportivos de alto nivel. Controlar los sentimientos que emanan del entorno del jugador, las pasiones de una masa enfervorizada y en definitiva regular el caudal de sensaciones recibidas y reconducirlos por una via más racional, es el objetivo final de un buen conductor de hombres. Ahí es donde quiero ver la presencia de un mister cuya misión no se centre de manera exclusiva en la dirección técnica de la plantilla, pues ademas éste deberá ejercer como guia de dicho grupo humano. Cuantas veces hemos oido decir al gran Ramon Besa que el futbol es un estado de ánimo. Los profesionales deben mirar positivamente hacia el futuro y reparar los sentimientos negativos como por ejemplo un exceso de ansiedad. Es la llamada energia positiva y ese excedente de estimulos recibidos en cada partido y en sus múltiples circunstancias deben ser redirigidos de manera inteligente por el responsable principal del grupo.
El talento del futbolista aparte de su calidad técnica innata o sus capacidades fisicas está intimamente ligado a su capacidad de adaptación al entorno mediático-futbolero y es ahí precisamente donde la inteligencia emocional hace acto de presencia de manera definitiva.